Cuando uno empieza a meterse en el mundo de la literatura, lo lógico es que lo haga como lector. Nos ocurre desde que somos niños, y en alguna época en que no hacemos más que devorar un libro detrás de otro. En algún momento de esos nos hacemos una pregunta por primera vez: ¿será difícil escribir una novela? Casi lo más probable es que nos la contestemos solos con un lapidario: «sí, debe ser dificilísimo«.

Ahora que pasaron casi cuatro décadas desde que empecé a leer (voy a cumplir 44 en abril) puedo hablar con una pizca más de conocimiento -o autoridad- sobre este asunto de escribir un libro, porque ya tengo uno en el tintero y algunos experimentos más dando vueltas (novela infantil sin publicar y obra de teatro y guión de largometraje en similares condiciones). Lo primero que puedo expresar es mi más sincera admiración por aquellos que lanzaron tantas novelas a lo largo de su vida y no se cansan de hacerlo, tal es el caso del escritor catalán Jordi Sierra i Fabra, cuya obra es tan extensa que no alcanzaría a describir en un solo artículo.
En mi caso, tengo una única novela publicada por una editorial, se llama «La Máquina de hacer billetes» y ya he comentado cómo fue la presentación en la librería Barra/Llibre. En esa amena charla que mantuve con un círculo muy íntimo, mi amigo Cristian Perfumo me hizo una pregunta clave sobre el proceso de escritura…
Escritor de brújula vs. escritor de mapa
El escritor de brújula, como puede resultarte obvio, sabe exactamente hacia donde quiere ir. Y no debe hacer más que apuntar a esa dirección deseada.
El de mapa, en cambio, necesita ir consultando la «cartografía» (o más bien lo que va sucediendo capítulo a capítulo) para ir avanzando en la historia.

Yo, sin lugar a dudas, empecé siendo un escritor de brújula, porque sabía -casi hasta el punto de poder escribirla palabra por palabra- cómo iba a ser la última página de mi novela aún desconociendo todo lo que tendría que ocurrir en el medio.
Pero después, te lo reconozco, cuando me senté y empecé con los primeros capítulos necesité desesperadamente un mapa. Me refiero a uno de esos básicos, en mi caso, saber 2 o 3 lugares por donde tendría que pasar en cada tramo de la historia. Por ejemplo: en el capítulo 4 se explica lo del robo, Juan descubre que su padre está implicado y hay un motín en la cárcel de la ciudad. Esas tres pinceladas son todo lo que necesito para darle a las teclas y rellenar las páginas de esa parte de la novela.
¿Sentarse cada día o esperar a que llegue la creatividad para ponernos a escribir?
Sentarse cada día. Toda lo vida (o al menos el tiempo que te lleve escribir la novela). Lo otro, lo de esperar a que la inspiración te caiga como un rayo, es puro cuento. No existe. Es una idealización de algo que está muy lejano a la realidad, o que puede ocurrir una vez cada mil años.
Hay diversas técnicas que te pueden funcionar mejor o peor según tus características, o tu paciencia.
- Proponerse un mínimo de palabras diarias (siendo éste un número alcanzable, por ejemplo 1500 o 2000 palabras).
- Definir una cantidad mínima de tiempo de escritura diaria (3 horas por día o más dependiendo del tiempo libre que dispongas).
- Acabar la novela en un lapso X de tiempo (definido este plazo, ya sabrás como distribuir los días y las horas para lograr tu objetivo, definiendo cualquiera de las opciones anteriores como medio para alcanzarlo).
En la Comunidad de Escritores de la web Ebrolis se habla de muchos temas interesantes relacionados con la escritura y el proceso creativo en sí. Por supuesto, no se trata de una ciencia exacta y cada cual va encontrando el camino que le resulta más fácil, o más bien más eficaz. Espero que te haya servido mi vivencia personal para entender de qué se trata esta apasionante tarea de ponerse a crear una novela.
Y aquí pongo el punto final.